sábado, 13 de marzo de 2010

La reina loca

Juana I de Castilla y Aragón
(Toledo, 1479 – Tordesillas 1555)

…a pecho descubierto, porque en contra de lo que era costumbre en una reina de aquella época, no consintió que una nodriza amamantara a sus hijos/as y allí donde tocara, sacaba su pecho para alimentarles delante de todo el mundo.
Juana tuvo en sus manos el primer gran imperio de las Hispanias, medio planeta, heredado de sus padres, los reyes católicos.
Fue la más culta y rebelde de sus hermanos. A pesar de su resistencia, sus padres la obligaron a casarse con Felipe de Austria, llamado el Hermoso, aunque era más feo que un oso y un maltratador. Éste murió tras beber un vaso de agua, sin causa natural aparente.
El destino que le habían preparado a Juana no pasaba por ser reina de Castilla, pero un reguero de muertes familiares la convirtió en heredera al trono. Y Juana, que fue una mujer que se adelantó a su tiempo y se comportaba como lo hubiese hecho una mujer libre, asustó a los guardianes del poder, que se apresuraron en llamarla loca y a encerrarla de por vida para que no pudiese gobernar.
Murió vieja a pesar de la tortura recibida por sus carceleros, y con el consentimiento de su hijo, el emperador Carlos V.
Los curas que la vigilaron en su lecho de muerte, no consiguieron que la reina anti-católica pidiera perdón a Dios por sus pecados y muriera cristianamente.

La historia que nos contaron…

Juana “la Loca”, dio muestras de su locura desde jovencita. Su carácter indómito la hicieron llamar por su madre, “mi suegra”, pero otros pensaban que había heredado la enfermedad mental de su abuela, que decía ver fantasmas en el castillo donde estaba encerrada.
Se casó con Felipe el Hermoso enamorándose de él perdidamente hasta el punto de enfermar de celos.
Tras la muerte de Isabel la Católica heredó el trono de Castilla, pero fue Felipe quien gobernó en cuanto pudo aislar a Juana, en connivencia con su padre Fernando el Católico y el Cardenal Cisneros. Fue éste quien acabó ostentando la regencia del reino a la muerte de Felipe. Juana se mostró incapaz para la gobernación debido a la fuerte depresión que le sobrevino. No pudo sobreponerse a la falta de su marido.
Su hijo Carlos, al cumplir la mayoría de edad, fue el relevo necesario para el poder. Ni la revolución comunera, que pretendía la vuelta al trono de Juana, pudo con él. Tuvo que esperar a la muerte de su madre para poder ser proclamado rey de Castilla. Juana murió a la edad de 75 años, después de medio siglo encerrada debido a su incapacidad mental.
«Como leona africana en un acceso de rabia, pasó aquella noche a cielo raso en la explanada interior de la fortaleza» (Pedro de Anglería, sobre uno de los intentos de fuga protagonizados por la reina)

Isabel I de Castilla

(Madrigal, 1451 – Medina del Campo, 1504)

Isabel I de Castilla, la católica, en contra de lo habitual en aquella época y desoyendo las órdenes de su tío el rey Enrique IV, se casó con quien quiso y con quien más podía ayudarla en sus ambiciones, su primo Fernando I de Aragón, el católico.
Se coronó reina propietaria de Castilla gracias a un montón de trampas y tras quitarse de en medio a los/las que le precedían en derechos. La última en resistir fue su sobrina Juana la Beltraneja, heredera legítima del reino.
Contrariamente a lo que se cree, nunca compartió el poder que le otorgaba la corona de Castilla con su esposo, nunca se fió de él, y fue precisamente ella la que guardó celosamente la independencia de Castilla sobre Aragón.
Fue una gran aliada de la Iglesia y su inquisición, y entre sus méritos para llevarla a los altares destacan algunas perlas como las de haber martirizado a musulmanes, judíos, americanos, africanos, herejes, brujas, artistas, científicos, hombres y mujeres de espíritu libre y a todos/as los/as que se desviaron de la moral que ella pretendía imponer en los extensos territorios que conquistó.
No cabría en una piscina olímpica toda la sangre que fue derramada en su nombre.



La historia que nos contaron…

En la oscura etapa de Enrique IV el Impotente aparece doña Isabel de Castilla, cual luminoso faro que en noche tempestuosa guía al perdido viajero hacia un seguro puerto de salvación.
Tras derrotar a Juana la Beltraneja, hija de Juana de Portugal y del favorito del rey, Beltrán de la Cueva, y tras morir accidentalmente su hermano, Isabel da el salto definitivo al trono casándose con Fernando de Aragón, con el que funda el estado moderno de España.
Los reyes católicos, Isabel y Fernando, tanto monta monta tanto, conquistaron para los cristianos gran parte de la península ibérica y el norte de África, en aquel tiempo en manos de los musulmanes; invitaron a marcharse de España a los que no quisieron seguir las normas del catolicismo y descubrieron para los indios de América los evangelios. Isabel mostró durante su reinado todas las virtudes de la mujer y todas las grandezas del hombre, pues fue a la vez protectora y buen gobernante, hábil político y valeroso guerrero. Dictó y promulgó las más nobles providencias sociales y económicas, y protegió la industria y el comercio, las letras, las artes y las ciencias.
No cabría en un altar persona con tantas grandezas.